7/6/12

Pequeña introducción para el discurso de la graduación

Hoy se cierra una etapa de mi vida, una etapa donde he reído, he llorado, he aprendido, me he enamorado y desenamorado, me he caído y me he levantado, he triunfado y he fracasado. Doce años de mi vida, un ciclo completado. Dejé de ser esa niña que iba por los pasillos, atenta siempre a las indicaciones de las señoritas y ahora dejaré de ser esa adolescente que se reía de las gracias de sus compañeros, esa adolescente que odiaba madrugar para tener francés, lengua o biología a las ocho y media de la mañana para convertime en una joven que, despúes de verano, no sabrá que será de su vida, que tendrá que empezar de cero para forjarse su futuro. La bebé que correteaba por el patio del recreo y que moldeaba plastilina se extinguió. Y, la chica que me queda por ser durante estos últimas horas también va a llegar a su fin. Muchas veces he deseado perder de vista todo, y, ahora que estoy a punto, no me gusta la idea, pero sé que no hay otra solución que seguir adelante.
Pero, cuando lo vea todo negro y me abrume la alusión al pasado, recordaré todo lo vivido en el colegio: los amigos que me he llevado (también enemigos), todos los conocimientos que, con mucha paciencia, han logrado enseñarme los profesores, tantas y tantas cosas imposibles de olvidar y que me han echo ser una más de un grupo maravilloso, de una generación ejemplar. Solo me queda decir que estoy orgullosa de lo que he vivido y que, cuando me sienta insegura, recordaré que soy esa misma alumna, solo que un poquito más mayor.

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