9/2/12

Ciegas realidades

Apuesto lo que sea a que quien esté leyendo esto se encuentra bajo techo, con una estufa a menos de un metro y recién cenado. Y se estará preocupando por cualquier tontería o pendiente de cualquier otra banalidad, como si aquel bombón ya le ha aceptado en Tuenti. No os culpo, yo también me declaro culpable, soy la primera que revisa el Tuenti cada vez que escribe una frase para saber si alguien le habla.
Pero mientras hacía todo esto me he dado cuenta de una cosa, mejor dicho, de pequeños detalles a los que estamos acostumbrados desde que nacemos, como a tener un plato de comida cada día, a tener ropa de abrigo y un techo en el que refugiarnos, y sí, aparte de todo eso tengo otras preocupaciones. Quizá entra dentro del ser humano tenerlas, o quizás no, nadie lo sabe.
A lo que iba, me he fijado en que mientras que yo estoy en mi casa calentita, hay otras personas que no tienen casa, que no tienen un sitio donde pasar la noche. Que mientras que yo como cada vez que se me antoja, hay niños que se están muriendo de hambre. Que mientras que yo voy al médico por un simple dolor de cabeza, hay personas que se están muriendo de sida: seguro que ahora mismo alguna mujer está siendo violada y que, seguramente, otra se estará muriendo de esa enfermedad que, probablente, la haya contagiado mientras que algún desvergonzado infectado la violaba.
Así, miles de realidades, ¿os pongo otro ejemplo? Cuando yo era pequeña tenía miedo a la oscuridad, ¿a qué niño no le asusta la oscuridad? Cada vez que me asustaba iba corriendo a la habitación de mis padres y me abrazaba a mi madre. Pues que mientras que yo le tenía miedo a algo de lo que podía escapar, hay miles de niños que se encuentran en un campo de batalla, con un arma en la mano, reclutados por obligación y, ¿sabéis que? Que esos niños no le tienen miedo a la oscuridad, ni tampoco a lo que tienen delante, no pueden permitirse el tener miedo, ni tampoco pueden ir corriendo a abrazarse a su madre, porque no la no tienen. Son los llamados niños soldados, ¿habéis escuchado hablar alguna vez de ellos? Como lo vais a escuchar si están a miles de millones de kilómetros de nuestra caprichosa sociedad, ni siquiera nuestra caja tonta ni nuestros políticos saben de su existencia, pero hay están.
Ahora sí que puedo declararme culpable por tener todo lo que tengo y no conformarme.
¿No os parece un poquito injusto esto? Y después nos quejamos porque no tenemos la Blackberry.

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